Blog

Testimonio “Ya no tengo 25”. Acoso Laboral en primera persona

Testimonio “Ya no tengo 25”. Acoso Laboral en primera persona
Equidad de género


Una persona se acercó al equipo de Iceberg Cultures of Inclusion para compartirnos su experiencia de acoso laboral, de manera anónima, esperando que pueda servir a otras mujeres, y en especial a personas líderes que desde su lugar pueden impactar en su círculo de influencia. 



Lee la transcripción:

"Ya no tengo 25" 

Hace casi dos semanas tuve una de esas charlas que te esclarecen. Que sacuden. Que dejan eco. Fue con una líder de un trabajo anterior, en una conversación de esas sin máscaras, a corazón abierto. Me escuchaba hablar, contarle cosas de mi camino, de mis dudas, de todo lo que estaba atravesando. Y en un momento, con la calma de quien ha realizado su propio proceso y recorrido y ha aprendido a mirar hacia adentro, me dijo: 

—Soy una mujer de casi 40 años, y sé cosas. Tengo mi propia sabiduría. Tú también deberías reconocerte ese logro. Tu también sabes cosas. 

Me lo dijo mirándome de frente, con firmeza. Me lo dijo como quien te entrega un espejo para que veas, por fin, lo que hay. No esa versión tuya que se ríe y dice que tiene 25 años desde hace una década, sino la que se ha caído y ha vuelto a pararse. La que ha sufrido, creado, resistido. 

Y ahí, algo se quebró y se acomodó adentro mío. 

Hoy a la mañana, mientras tomaba café, recordé sus palabras. Como siempre, ese momento del día en que el cuerpo se despereza y la mente empieza a unir puntos. Y lo supe, así, sin anestesia: Soy una mujer de 35 años y estoy orgullosa. 

Fuerte. Valiente. Entera, aunque a veces me haya sentido como un trapo de piso. 

Hace poco renuncié a mi trabajo actual de ensueño. Uno de esos que, en papel, parecen perfectos: pasión, amor y dedicación por lo que una hace. Pero, también, era un espacio donde el abuso de poder y el acoso sexual estaban presentes. Donde cada día era un acto de tensión, un ejercicio de aguantar la respiración. Donde el cuerpo me hablaba y yo empecé, por fin, a escucharlo. 

Si bien no es que me haya tomado casi tres años darme cuenta de que debía salir de allí, esta charla me dio la oportunidad de reunir el coraje para hacerlo. A veces la valentía no se parece a una gran explosión, sino a una decisión silenciosa que se toma cada día, una y otra vez. 

Salir fue un acto de dignidad, pero también un aprendizaje profundo: no todo lo que brilla es bueno, no todo lo que promete vale la pena si te arranca la paz. No importa cuánto te hayas esforzado por llegar, si al final ese lugar te destruye. 

Y en ese recorrido, esa charla con mi ex líder fue como un faro. 

Es tan importante que otras mujeres nos digan: “mira lo que lograste”. Que nos inviten a reconocernos, no por los títulos o los premios, sino por todo lo que hemos enfrentado. Por las decisiones que tomamos con el alma temblando y el corazón en carne viva. Por los “no” que dijimos cuando más difícil era. Por atrevernos a cambiar de rumbo, aun cuando parece una locura. 

¿Qué importan las canas? ¿Qué importan las arrugas, las ojeras, las cicatrices? Lo que importa es el camino. Las veces que aprendimos desde el dolor, desde el error. Las veces que volvimos a empezar. Y, sobre todo, la capacidad de elegir entornos sanos, de priorizarnos, de construir espacios donde respirar no sea un lujo, sino lo cotidiano. 

Reconocerse adulta no es perder frescura, es ganar raíces. Es dejar de esconderse detrás de la risa que dice “tengo 25” y empezar a habitar con orgullo los 35. Porque hay una dignidad profunda en el paso del tiempo cuando lo vivimos con conciencia, cuando lo habitamos con verdad. 

Hoy sé cosas. Las sé con el cuerpo, con el alma, con la experiencia. Y tengo muchas ganas de seguir aprendiendo. 

Pero también tengo algo que antes no tenía: la certeza de que merezco estar bien. 

 

Iceberg
Iceberg

Somos la consultora líder en la gestión estratégica de la diversidad, la equidad y la inclusión en América Latina.

Whatsapp