¿Por qué es importante conocer mi identidad étnico-racial?

El racismo en América Latina suele ser minimizado o incluso negado. A menudo se dice que en nuestra región "todos somos mestizos", como si esta idea bastara para borrar las profundas desigualdades étnico-raciales que atraviesan nuestras sociedades. Sin embargo, los datos, las experiencias cotidianas y los movimientos sociales nos muestran una realidad distinta: el racismo existe, se manifiesta de múltiples formas y tiene raíces históricas que siguen vigentes.
Para entender mejor esta temática y reflexionar sobre ella, conversamos con Luis Moisés López Flores, licenciado, maestro y doctor en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Galardonado con el premio Norman Sverdlin a la mejor tesis de maestría en el país y miembro del Sistema Nacional de Investigadores, López Flores ha desarrollado una destacada trayectoria académica y de consultoría tanto en México como en el extranjero.
1. ¿Cuáles crees que son los principales mitos que existen alrededor del racismo en América Latina?
En mi experiencia me he encontrado recurrentemente con el mito que llamaría “principal” y que consiste en negar la existencia del racismo. Esta negación se debe a múltiples razones, pero yo señalaría al menos tres:
Exportación de un modelo hegemónico: esto significa que la interpretación generalizada del racismo es asimilada por un modelo binario de blanco-negro (usualmente el modelo de Estados Unidos). Así, al cuestionarnos sobre la existencia del racismo en Latinoamérica tendemos a negarlo “porque no hay gente negra”. Esta afirmación omite tanto la existencia de población afromexicana, como la existencia de otros racismos no reducibles al paradigma blanco-negro.
Reducción del racismo a otro fenómeno social: en este caso el racismo no existe porque su problemática es reducible a otro tipo de discriminación o injusticia. Con mucha frecuencia se dice que en Latinoamérica no hay racismo, sino clasismo. Esta afirmación tiende no sólo a priorizar una problemática, sino a desaparecer la otra. En muchas ocasiones el concepto restringido de racismo evita que podamos pensarlo de manera independiente a otros fenómenos sociales.
Negación de la actualidad del racismo: en esta razón se admite la existencia del racismo, pero sólo como un fenómeno del pasado. Entonces, se puede reconocer el racismo contenido en los procesos coloniales con toda la gravedad y la evaluación moral negativa que merece, pero se considera que aquello fue un suceso que quedó en el pasado y no tiene ninguna consecuencia en el presente.
Finalmente, quisiera añadir una tendencia relacionada, pero no reducible a la negación y es la trivialización del racismo. De esta forma, se reconoce la existencia del racismo en el presente, pero se considera que sus manifestaciones y consecuencias no son tan graves como las de otras prácticas (clasismo, sexismo), o se considera que la gravedad de aquellas son cosa del pasado. Por ende, lo que hoy se vive no se compara con casos paradigmáticos de la historia del racismo como el Apartheid, el Holocausto o la Conquista.
2. ¿Cómo puedo saber cuál es mi identidad étnico-racial? ¿Y por qué debería saberlo?
Considero que a diferencia de la identidad sexual y la de género, la identidad étnico-racial ha recibido menor atención en Latinoamérica tanto en el ámbito teórico, como en el político. Con algunas excepciones como la “identidad afrodescendiente” o la “identidad indígena”, la reflexión sobre otras identidades etno-raciales es casi nula o al menos muy escasa. Es llamativo que teniendo una historia de “castas” el cuestionamiento sobre la identidad esté ausente.
Lo anterior no significa adoptar un esquema sólido de categorización racial de corte colonialista, sino tomar como punto de partida la historia de racialización y con ello preguntarnos sobre la pertinencia de ciertas categorías étnico-racial. ¿Por qué es necesario? Esta pregunta no admite una respuesta única, pero en mi opinión creo que la identidad es importante desde un punto de vista político como una forma de convergencia de agendas e intereses derivados de estas identidades. Queda por explorar si estas identidades podrían ser tan móviles y dinámicas como las identidades de género.
3. ¿Cuáles son los hallazgos más relevantes o incluso, los más curiosos, que han surgido de tu investigación sobre el racismo contextual?
En una investigación pasada me preguntaba sobre la posibilidad de pensar formas locales para comprender el racismo. Con ello en mente una de las conclusiones más importantes al respecto fue acuñar los conceptos de racismo global y racismo local.
El racismo global señala las formas hegemónicas como se entiende el racismo dentro de ciertos países. Normalmente estas formas globales, tienden a reproducir una estructura binaria de la relación racista. Por ejemplo, en el caso de Estados Unidos el modelo dominante es el paradigma binario blanco-negro. Si bien este modelo sirve no sólo para explicar la historia del racismo en Estados Unidos de América (EUA), sino que igualmente funciona como plataforma de coalición y resistencia, también tiende a invisibilizar otras formas de racismo desarrolladas dentro de la historia de EUA y que siguen permeando hoy en día.
Mientras que el racismo local permite comprender las maneras específicas en las que se desarrollan los diferentes racismos. Por ejemplo, a diferencia del racismo contra las personas afrodescendientes en EUA, el racismo contra las personas morenas latinoamericanas en dicho país va aparejado de presupuestos “nativistas”, es decir, la cuestión de no haber nacido en el país. Esto no significa que en el racismo contra personas afrodescendientes sea ausente alguna mención nativista, pero no es usual. Así, el reconocimiento de tendencias locales e historias particulares permite entender y atender diversas manifestaciones del racismo.
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4. ¿Qué es el colorismo y porque es relevante hablar de este fenómeno en América Latina?
El término colorismo es un concepto desarrollado principalmente por las activistas afroamericanas para visibilizar la discriminación por el color de piel. Si bien las formas más cotidianas de entender el racismo son precisamente a partir de su relación con el color de piel, el colorismo se distingue del racismo tradicional en que considera la gradación en proporción directa con la discriminación. Por ejemplo, es una idea generalizada la presencia del racismo en las personas de piel oscura particularmente en personas afrodescendientes, sin embargo, el concepto de colorismo permite graduar al índice de discriminación que sufren las personas con la piel más oscura. En este sentido entre más oscura es la piel más discriminación existe.
Cabe anotar dos cosas a modo de prevención. Si bien el colorismo apunta principalmente al tono de piel, a una especie de “racismo cromático”, algunas otras características corporales típicas de la identidad etno-racial como el tamaño y forma de la nariz, ojos, labios, cabello, etc., contribuyen a “oscurecer” la piel. Así, por ejemplo, entre dos mujeres de piel muy oscura, la persona que tiene unos rasgos faciales más “finos”, ojos azules, cabello más claro etc., recibirá mayor aceptación que una mujer de rasgos más “toscos”. En segundo lugar, pese a que el concepto de colorismo tuvo su difusión en los activismos afroamericanos, la variación de tonos de piel en otras dimensiones geográficas como la latinoamericana, permite repensar las mismas problemáticas. De hecho, términos como el de “pigmentocracia” funcionan de manera similar al colorismo, aunque agregando una dimensión política al tono de piel, pues señala la distribución de poder (económico, social, cultural, etc.) en proporción del tono de piel.
5. ¿Qué podemos hacer en nuestro día a día para combatir el racismo en nuestros países?
Esta es quizá, en mi perspectiva, es la cuestión más compleja. Por un lado, creo que es de suma importancia combatir enérgicamente la invisibilización del racismo en todos los ámbitos posibles desde los niveles más personales hasta los institucionales y culturales. No se puede combatir lo que no se visibiliza.
Por el otro, considero que debemos concebir al racismo principalmente como un fenómeno estructural y no solamente como un prejuicio individual. Es importante entender por qué el combate al racismo debe tomar ambos flancos. Es cierto que la dimensión individual es el punto de arranque del combate al racismo porque es también el ámbito más inmediato. No obstante, limitar los alcances del racismo a las acciones individuales podría incluso ser contraproducente. Muchas formas contemporáneas de racismo se llevan a cabo sin “racistas” declarados. Este “racismo sin racistas” es más difícil de afrontar porque es más difícil de exponer. Al estar inmerso en estructuras sociales el racismo estructural demanda formas comunitarias de desarticulación. Quisiera terminar parafraseando un lema feminista, pero en clave de lucha antirracista: ¡El mundo será antirracista, o no será!
Luis Moisés López Flores
Es licenciado, maestro y doctor en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México. En 2011 obtuvo el premio Norman Sverdlin por la mejor tesis de maestría a nivel nacional. Es profesor e investigador de tiempo completo en el Tecnológico de Monterrey, campus Estado de México. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 1. Sus intereses se concentran en el área de ética, racismo y sexismo. Ha realizado conferencias en Bogotá, Madrid, Valencia, Santiago. Además de contar con algunos artículos ha realizado capacitación y consultoría en temas de género y raza tanto al sector público, como al privado. Pertenece a la asociación civil BASTARACISMOMX.

Shirley Saenz (ella/she)
CEO - Cross-Cultural, Diversity, Equity and Inclusion Expert
Shirley es la Directora de Iceberg y Expert Panelist de los Global, Diversity, Equity & Inclusion Benchmarks (GDEIB). Cuenta con más de 12 años de experiencia en el mundo corporativo y en 10 países de América Latina. Certificada en liderazgo inclusivo, inteligencia cultural, y benchmarks globales de DEI. Shirley tiene un profundo conocimiento de la diversidad cultural de América Latina y experiencia suficiente facilitando conversaciones estratégicas en DEI con niveles directivos y de liderazgo.